El faro de las orcas Lola es la madre de Tristán, un niño autista por el que viajaría hasta el fin del mundo. Por eso juntos emprenden una travesía hasta la Patagonia Argentina para encontrarse allí con Beto, un guardafauna que tiene una relación muy especial con las orcas salvajes. Gracias al investigador argentino y su interacción con los animales marinos, el pequeño Tristán descubrirá nuevas posibilidades en su reencuentro con el espíritu de la Naturaleza. La determinación de Lola de luchar por su hijo, la peculiar personalidad del niño y su relación con la naturaleza harán que sus vidas cambien para siempre.
Gerardo Olivares (Entrelobos) dirige este drama basado en hechos reales que adapta la novela de Roberto Bubas. Está protagonizado por Maribel Verdú (La punta del iceberg), Jean Reno (Escuadrón de élite), Tobias Moretti (Brothers of the Wind), Gastón Pauls (El día que la vida me ponga de rodillas) y Ciro Miró (La isla del viento).
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Mi critica, Quizás lo más interesante de la película, además de su abrumadora belleza paisajística, radique en su comienzo, cuando la recién llegada se escandaliza ante el espectáculo de la naturaleza, concretamente el de los animales comiéndose los unos (las orcas) a los otros (lobos marinos), en su pureza sin adulterar y en su neutra crueldad (“cruel”, ese adjetivo utiliza ella). En ese rechazo podría haber una interesante historia. Pero, obviamente, aquí no la hay, se alejan de esa opción y apuestan más bien por lo contrario, por confirmar esa idea que de un tiempo a esta parte tenemos en “Occidente”, la de considerar la Naturaleza como un inmenso parque temático, puesto ahí para nuestro solaz y gracia, y los animales como mascotas, pequeños esclavos, juguetes lujosos o simple compañía fiel y sin límites.
Disney ha hecho mucho daño, hemos pasado demasiadas horas expuestos a su radiación química y altamente tóxica, viendo animales como si fueran seres pueriles y amistosos en la mayoría de los casos, humanizados toscamente. A eso súmale nuestro alejamiento progresivo del contacto directo con la parte más cruda y ruda de la Naturaleza y el resultado se resume en ese pavor indignado de la Verdú ante la simple alimentación carnívora de unas orcas. Eso no nos gusta y no lo queremos ver. Solo disfrutamos con “¡Liberad a Willy!”, delfines muy listos y saltarines, “Hachikos”, gatos valientes, serpientes al cuello y grandes perros San Bernardo, nada de muertes, salvajismo o incomprensión, eso queda solo para la vida real y solo sirve para que la gente se lleve las manos a la cabeza presa del estupor y la rabia, ¡cómo es posible!, no me lo creo, no puede ser, no debe ser, habría que impedirlo, habría que hacerlos vegetarianos y pacifistas a todos, hermanarlos, democratizarlos y hacerles votar, vestirlos y darles buenos libros, obligarles, llevarles nuestra verdad, por cojones, por el bien, por la ley.
Me desvío porque de esta película no hay mucho que contar. La situación parece clara, tenían un lugar maravilloso, unas imágenes estupendas y alrededor de ese escenario paradisíaco y brutalmente bello había que montar una historia. Hombre, mujer y niño. Opción fácil. Y orcas buenas. Y autismo malo. Y pasión contenida y tormentosa. Y mucho dolor. Y pasado ominoso. Y un hombre malo al fondo. Y una mujer buena detrás. Y un baile local. Vamos, que no se esforzaron demasiado. Un poco de buenismo, un mucho de folletín, bastante de tontería y a rodar.